"La línea", de Beatriz Doumerc y Ayax Barnes, es considerado un símbolo de la literatura infantil argentina. Publicado originalmente en 1975, censurado por la dictadura cívico-militar y reeditado más de veinte años después, su narrativa mantuvo, a lo largo de las generaciones, una profundidad poética que invita a la reflexión sobre la libertad y la Historia, interpelando a grandes y chicos.
Sobre la escritora
Beatriz Doumerc nació en Argentina, en 1929. Luego de estudiar Bellas Artes, se dedicó a la literatura infantil. Junto a su esposo, el ilustrador Ayax Barnes, publicó alrededor de 150 libros, no sólo en Argentina, sino también en España, Italia, Venezuela, Uruguay y Suecia. Su obra fue ampliamente reconocida y galardonada, tal es el caso de "La línea", que recibió el Premio Casa de las Américas. Falleció en España en 2014.
Sobre el ilustrador
Ayax Barnes nació en la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe, Argentina, en 1924. Inició la carrera de arquitectura, pero interrumpió sus estudios para dedicarse a la profesión de dibujante. Durante su juventud, vivió en Montevideo, Uruguay, donde se dedicó al diseño gráfico y la ilustración. Además de volcarse a la literatura infantil junto a su esposa, Beatriz Doumerc, autor de afiches, papelería, envases, carátulas, cubiertas de discos y de libros, y diversas formas del diseño gráfico. Falleció en España en 1993.
La línea: una sencillez filosa
“Primero nació la línea y después nacieron todas sus posibilidades”, solían decir Beatriz Doumerc y Ayax Barnes. Sólo se necesitaron algunos trazos para que ambos crearan lo que después fue considerado uno de los libros fundacionales de la literatura infantil argentina. Fue en 1974, mientras residían en Buenos Aires luego de exiliarse de Uruguay, cuando surgió "La línea", un diálogo ideal entre palabras e ilustraciones que inauguró un lenguaje completamente nuevo y abrió el camino para los libros-álbum en el país, mucho antes de que surgieran como tales.
En una época en la que los recursos gráficos eran escasos, Doumerc y Barnes se las ingeniaron para crear un libro de una sencillez filosa, que esconde una de las significaciones más poderosas de su época. Publicado en 1975, “La línea” supo responder al contexto socio-político con una denuncia poética censurada por la dictadura cívico-militar tan solo un año después. Tuvieron que pasar más de dos décadas para que volviera a ver la luz, recién en 2002. Sin embargo, jamás perdió su potencia y prueba de eso fueron las numerosas reediciones, siendo la más reciente la trabajada por Ediciones del Eclipse en 2016.
Con un lenguaje desacartonado, "La línea" construye una narración poderosa que interpela a grandes y chicos y que habilita una multiplicidad de lecturas. La simpleza no evitó que Doumerc y Barnes pusieran en juego todo su ingenio y humor para reflexionar sobre un tema tan profundo como es la libertad. En un tono lúdico pero reflexivo, muestran al hombre como protagonista de la Historia, capaz de luchar y defender sus ideales a partir de la construcción colectiva. El ritmo progresivo de sus páginas acompaña así este sentido político que irrumpe en la escena literaria de los ‘70, creando una narrativa desde y para la infancia.
La censura
"La línea" fue uno de los tantos libros prohibidos por la dictadura cívico-militar, que instauró un plan sistemático de censura de los circuitos culturales y la persecución a autores y editores. Con un organismo encargado de examinar libros y publicaciones, y un equipo de inspectores que recorrían librerías, se denunciaban aquellos títulos “cuestionables”. Estos ataques tuvieron su máxima expresión en 1980, en el atentado más grande contra la cultura nacional: la quema de un millón y medio de libros pertenecientes al Centro Editor de América Latina (CEAL), en la localidad de Sarandí, provincia de Buenos Aires.
En este escenario, Doumerc y Barnes se vieron obligados nuevamente al exilio. Su libro fue considerado “un cuento destinado al público infantil, con una finalidad de adoctrinamiento que resulta preparatoria a la tarea de captación ideológica, propia del accionar subversivo”. El mismo destino sufrieron otras obras de su autoría, como "El pueblo que no quería ser gris" y "Una pluma con historia", relatos que también reflexionan sobre la libertad y ponen al pueblo como un protagonista con capacidad transformadora. La literatura infantil en su conjunto fue uno de los blancos de ataque que formó parte del accionar represivo y de la desaparición de bienes culturales y simbólicos para disciplinar a la sociedad durante la dictadura.
Doumerc-Barnes: dupla fundacional de la literatura infantil argentina
La prolífica obra de Beatriz Doumerc y Ayax Barnes es reconocida hoy en día como una semilla fundacional de la literatura infantil en Argentina. Con un estilo único, sencillo y despojado, crearon una forma innovadora de dirigirse a la infancia, sin subestimar en ningún momento la capacidad de lectura de los más chicos. La potencia de sus historias hizo que sus libros se mantuvieran vigentes a lo largo de las décadas, interpelando a todas las edades y generaciones, que reconocen la profundidad de las reflexiones detrás de sus trazos coloridos.
Dourmec, escritora de cuentos para chicos, aceró a Barnes al mundo de la plástica infantil y, desde ese momento, la pareja se convirtió en una de las duplas creativas más reconocidas en el universo de la literatura, complementando su trabajo de una forma nunca antes vista en el país. Si bien son reconocidos por otras colecciones famosas del CEAL, como Cuentos de Polidoro y Los Cuentos del Chiribitil, su obra abarca alrededor de 150 libros publicados en América Latina y Europa, con los que militaron para la infancia, entrecruzando palabras e ilustraciones de una manera totalmente innovadora.
La línea, símbolo de la trayectoria de Doumerc y Barnes, recupera la memoria de una época floreciente en el campo editorial argentino y rescata la invitación siempre atemporal a indagar sobre la propia historia, a ser conscientes sobre la posibilidades transformadoras de la construcción colectiva, de la lucha conjunta, plasmada en unidad poética inigualable.
"La línea" cambia de color
En el año 2002, la editorial Del Eclipse hace una reedición en la que, misteriosamente, la línea pasa a ser azul. ¿Por qué?
“En 2002, cuando decidí reeditar este libro por primera vez, como uno de los cinco primeros títulos de la colección Libros-álbum del Eclipse, todavía no existían en el mercado local este tipo de libros, sólo llegaban algunos importados. La idea de ‘álbum’ no era nada frecuente en el mundo editorial, era un concepto que manejábamos apenas algunos especialistas. Esta iba a ser la primera colección de álbumes del país. Se la propuse a Rosario Charquero (la dueña de ediciones de Eclipse, fallecida en 2011), con todos los riesgos que implicaba: algo totalmente distinto (los libros ni siquiera iban a tener el mismo formato, diseño y tipografía, sino que justamente la colección se definía por su género, álbum), en una editorial pequeña, ¡y en plena crisis!”, recuerda. “Pensé en "La línea" porque en ese momento hacía 27 años que no se reeditaba, pero nunca dejó de estar presente entre los investigadores de libros de imágenes de Latinoamérica, es un libro que marca un antes y un después. Pero una disyuntiva inesperada nos puso en jaque. Un grupo de lectores de la maqueta que se hace antes de mandar a imprimir, observaron algo en relación a la futura venta en escuelas, que es el ‘gran’ mercado de los libros infantiles: ¿una línea roja y un final rojo? ¡Izquierda, comunismo! Habíamos pasado ya veinte años de democracia, así que nos desconcertó totalmente. Y claro, nos hizo temer por las posibilidades del libro. Necesitábamos ofrecer lo mejor, pero también necesitábamos venderlo. Le planteamos estas inquietudes a Beatriz Doumerc, y entre todos decidimos cambiar el color de la línea. Que pasó a ser azul”.
La colección fue un éxito y el libro también, con muchas reimpresiones y compras del Ministerio de Educación de la Nación, que aseguraron su presencia en escuelas y bibliotecas de todo el país. “Creo que el cambio a azul del color de la línea fue un acierto para aquel momento, necesitábamos poner en el mercado un tipo de libro totalmente desconocido en el país, y no podíamos empezar con el miedo a los reparos que esos lectores habían manifestado, no podíamos empezar dudando de cómo reaccionaría el mercado de las escuelas”, evalúa hoy Istvansch. “Pero siempre me quedaron las ganas de hacer una reedición volviendo al rojo. Se retrasaba porque el libro al final fue completamente aceptado por las escuelas, fue muy comprado y está en montones de bibliotecas, lo tomó el Ministerio de Educación en sus compras de libros de distribución gratuita... Ya estaba impuesto en azul y no quería que la vuelta al rojo fuera ‘porque sí’: tenía que tener algún sentido simbólico”, explica.
Ese sentido llegó con la reedición del año 2016 que connmemoró los 40 años del Premio Casa de las Américas como los 40 años del golpe. “Además, definitivamente creo que ahora el libro se aprendió a leer con todos sus sentidos –sigue Istvansch–. Mucho más allá del rojo o el azul, es un libro que se resignifica en cada época, sigue siendo tan poderosa su lectura como lo era en los 70, pero los lectores del 2000 han sabido hacer otras nuevas lecturas, y los lectores de esta década otras más. Era momento de volverlo a como fue al principio, así las nuevas generaciones pueden hacer la lectura histórica, la que habla del recorrido del clásico. Por eso la decisión fue sacarlo con una separata informativa que hable de este largo y tan rico camino”. Desde su experiencia como editor y con el trabajo alrededor del libro de todos estos años, Istvansch resalta su capacidad de despertar sentidos y multiplicarlos, en la cantidad de lecturas que habilita de acuerdo a los lectores a los que llega. “Es un libro realmente revolucionario”, halaga. “¡Es tan rico que hasta hay lectores que lo han leído desde el New Age! Causa gracia, pero es así”.