miércoles, 16 de septiembre de 2020
Libro recomendado de la Biblioteca: ¿Has visto?
martes, 15 de septiembre de 2020
"Baguala de Juan Poquito" de María Elena Walsh
"Baguala de Juan Poquito"
de María Elena Walsh
Me parece que hay un Grillo
en la noche tucumana
que no canta con el pico
pero llora con las alas.
Juan Poquito se lamenta
que su novia la Chicharra
de repente y sin aviso
se le ha ido para Salta.
Yo lo escucho,
Juan Poquito
canta mucho.
La Chicharra se le ha ido
pero no por ser ingrata,
se le fue porque tenía
su casita en una chala.
Hace nada más que un rato
al pasar un tren de carga
se llevó todos los choclos
con casita y con Chicharra.
La Chicharra está llorando
locamente achicharrada
cuando escucha a Juan Poquito
que tristísimo la llama.
Se casaron enseguida
Juan Poquito y la Chicharra,
a la vuelta de un carozo
entre Tucumán y Salta.
Yo lo escucho,
Juan Poquito
canta mucho.
lunes, 14 de septiembre de 2020
13 de Septiembre: "Día del Bibliotecario"
"La biblioteca es un lugar que nos facilita el sentimiento de pertenencia. En muchos países, gente sin techo, exiliada, emigrante va a las bibliotecas, no sólo porque hay calefacción, sino porque hay algo que va más allá. Se trata del lugar de los libros, y los libros tienen que ver con el hogar."
Michèle Petit
viernes, 11 de septiembre de 2020
"Discurso del Oso" de Julio Cortázar
"Discurso del Oso" de Julio Cortázar
Soy el oso de las cañerías de la casa, subo por los caños en las horas de silencio, los tubos de agua caliente, de la calefacción, del aire fresco, voy por los tubos de departamento en departamento y soy el oso que va por las cañerías.
Creo que me estiman porque mi pelo mantiene limpios los conductos, incesantemente corro por los tubos y nada me gusta más que pasar de piso en piso resbalando por los caños.
A veces saco una pata por la canilla y la muchacha del tercero grita que se ha quemado, o gruño a la altura del horno del segundo y la cocinera Guillermina se queja de que el aire tira mal.
De noche ando callado y es cuando más ligero ando, me asomo al techo por la chimenea para ver si la luna baila arriba, y me dejo resbalar como el viento hasta las calderas del sótano.
Y en verano nado de noche en la cisterna picoteada de estrellas, me lavo la cara primero con una mano, después con la otra, después con las dos juntas, y eso me produce una grandísima alegría.
Entonces resbalo por todos los caños de la casa, gruñendo contento, y los matrimonios se agitan en sus camas y deploran la instalación de las tuberías.
Algunos encienden la luz y escriben un papelito para acordarse de protestar cuando vean al portero.
Yo busco la canilla que siempre queda abierta en algún piso; por allí saco la nariz y miro la oscuridad de las habitaciones donde viven esos seres que no pueden andar por los caños, y les tengo algo de lástima al verlos tan torpes y grandes, al oír cómo roncan y sueñan en voz alta, y están tan solos.
Cuando de mañana se lavan la cara, les acaricio las mejillas, les lamo la nariz y me voy vagamente seguro de haber hecho bien.